EL OTRO GENOCIDA BERNABE RIVERA CONTINUA CON LA CAMPAÑA PARA EXTERMINAR A LOS CHARRUAS

Hay una carta sin datar de Bernabé que remitió a don Frutos donde la referencia inicial es (“hace diez días que me hallo en la costa del Arerungua”) y la queja de que los vicheadores enviados a tantos puntos siempre han vuelto sin hallar “ni rastros de los salvajes” permite sostener y suponer que la carta fue escrita a mediados de agosto de 1831, días antes de la acción de Mataojo que, aunque poco nombrada, fue tan cruenta como la de Salsipuedes.
Durante todo julio y los días que hubieran corrido de agosto, había vivido semanas que alternaron movilizaciones, búsquedas y esperas vanas. Para colmo, una lluvia incesante y ventosa hacia cruel la vida en descampado, dando una ventaja a las acosadas hordas de Polidoro y El Adivino: los arroyos están por acá como mares y usted sabe lo malísimos que son en este tiempo: así es que nos hacen un mal grandísimo porque ni podemos estar muy ocultos, ni los vicheadores pueden andar con tanta seguridad desde que no tienen mas abrigo que el campo raso. Antes de ayer hemos corrido un riesgo regular, porque en un paraje que por su altura parecía imposible que llegara el agua, fue tanto lo que llovió que por una cañadita seca, en pocos minutos se nos presento un río de más de cuatro cuadras. Costa le pintara mejor que yo los apuros en que nos vimos, pues yo no puedo hacerlo, porque hasta ahora me dura el susto”.
Es mucho decir, pero Bernabé excedía a don Frutos en el afecto por los caballos.
Los cuidaba, casi más que a sus hombres; es raro encontrar un parte suyo en el que no se refiera al estado y cantidad de su caballada. Tampoco ocultaba su desden por las otras armas: -En nuestro país-decía- no es muy necesaria la infantería y casi siempre los cañones solo sirven para entorpecer la marcha. La patria la hicimos a caballo.
Por eso, le escribe a su tío: “Mucho le recomiendo que cuando escriba al general Laguna le ordene que no deje de proporcionar los caballos que se puedan reunir, porque es lo que mas necesito; hoy me han mandado cuarenta y uno, y están peores que los que traje de Durazno”.
En otra carta enviada pocos días antes, cuando todavía estaba en Cañas, puntualizaba: “Repito al señor general que estoy muy falto de caballos” y de inmediato se quejaba del escaso apoyo de los vecinos, de los que dice que “para un objeto que les era de tanto interés, no se excusarían de auxiliarnos del mejor modo” apenas pudo obtener “treinta y cuatro caballos”.
Se encarnizo en especial con “el encargado de la estancia de don F. Fiallo, porque teniendo mas de trescientos caballos, solo ha dado cinco que para nada sirven”.
En esta misma carta más allá de quejarse Bernabé de la lluvia, cansancio, incertidumbre, frustración, soledad, falta de apoyo y que era dirigida a su tío y presidente también se compadece de otros indios, los misioneros y los llama “los infelices” de Bella Unión. No se apiadara de ellos ni les concederá derecho alguno al alzamiento cuando se rebelen el año siguiente.
¿ Que sentido podría encontrarle, cansado, solo y desencantado,siendo padre hace poco mas de un mes, a una persecución interminable y bajo agua, yendo y viniendo por lugares cuyos nombres no parecen elegidos al azar: Mataojos, Mata Perros, Sierra del Infiernillo, Cerro de las Sepulturas?
-En mi humilde opinión solo un Odio Cínico hacia una raza (Tacuabe)
Ya nadie clamaba porque se mate o capture a los indios. En los hechos, los hacendados han denotado que valoran mas los caballos que tendrían que dar, que las vacas que pudieran perder. Solo queda pendiente una orden del Gobierno, pero los jefes están lejos y su apoyo no es suficiente. ¿Que estará por escribir Bernabé entonces?
“Creo innecesario pintarle el gran interés que tomo en la conclusión de los infieles. Se el gran bien que resulta al país exterminándolos y esta sola idea me hará no omitir sacrificio alguno hasta ver si lo consigo.”O en cartas dirigidas a Laguna que ya hemos visto anteriormente con frases célebremente cínicas como: En fin usted me ordenará en la certeza que tengo el mayor interés en la conclusión de esta plaga

Julián Laguna otro de los principales generales genocidas de la población Charrua.
Lluvia, arroyos como mares, viento, frío, soledad, cansancio, una mujer hermosa y el primer hijo recién nacido en Durazno, sin embrago el mensaje a sus soldados era:
¡Vamos muchachos!..!No aflojar!…!Ya los tendremos a esos perros! ¡Ya los tendremos!”
¡Déle, Bernabé! ¡No afloje, coronel! ¡Persígalos, por el bien de la patria! ¡Déles paz a nuestros hacendados! ¡No afloje que ya los tiene! Ya los tiene… Ya los tiene a esos perros.
¿Quien ha podido con usted, Bernabé?
Siete días después de esa carta de agosto de 1831, La Nación Charrua sufrió su tercer o cuarto pero definitivo golpe, al que juzgo, por postrero y definitivo golpe, mucho más demoledor que el de Salsipuedes, que tanto le ha aventajado en celebridad. Las bajas podrán parecerse bastante menores a las que hubo en abril, pero desde Mataojo solo quedo una pequeña tribu sin posibilidades de crecimiento y sin otra alternativa que la fuga perpetua. Fue recién allí que los Charruas perdieron todo futuro como grupo étnico. Perdieron quince hombres, entre ellos uno de sus dos caciques, y se les capturo más de ochenta. Se- que Bernabé, como siempre hizo, se preocupo por los enemigos que huyeron, antes de contar los cadáveres y los presos. Ha de haber dispersado partidas y mandado a interrogar sobre el número de fugitivos. Al menos lo asentó en el parte: “han escapado dieciocho hombres, ocho muchachos de siete a doce años y cinco chinas de bastante edad”. No le han interesado únicamente los hombres; también ha contabilizado los niños y chinas viejas.
En la barra de Mataojo con el Arapey Grande, el 17 de agosto de 1831, los Charruas se quedaron casi sin brazos, prácticamente sin relevo inmediato y sin vientres. Mejor hubiera sido para Bernabé, que entre los sobrevivientes que no contabilizo, no hubiese fugado un cacique y mas aun que este no se llamara Polidoro, pero casi nunca se puede desatar por entero los nudos que enredan la vida y la muerte.
Los detalles del episodio son aun más escurridizos que los de Salsipuedes. Los documentos son parcos y el parte, demorado hasta el 23 de agosto, fue redactado por Bernabé y se limita a resumir los hechos: la ubicación geográfica, el resultado de las operaciones y los ocho oficiales que se destacaron en esa encarnizada persecución “por lo más espeso de la montaña”.
Nadie y menos la prensa dio al combate demasiada resonancia. Así como antes ya se silencio la muerte de Venado, al que ya se había dado como caído en Salsipuedes, menos darán a conocer la muerte de un cacique menos significativo como El Adivino (cacique Minuan que no quiso concurrir a Salsipuedes).
Entre otros documentos hay una carta del maestro Catala que merece su atención:
1831-08-23-Foja 1-T-Carta de Catalá a Pereira
“Señor Don Gabriel Antonio Pereira
Sandú, agosto 23 de 1831
Viva la Patria.
Viva el Coronel Rivera.
Ya estamos libes de nuestros principales enemigos. El 17 por la madrugada sorprendió a los charrúas el Coronel Rivera en la barra de Mataojo. Seis indios que habían escapado de la refriega los hizo buscar por el Cacique Polidorio (aquí hay un error que luego Bernabé utilizo en su favor el que trajo los indios que escaparon fue el indio Lorenzo Gonzalez no Polidoro) quien los trajo al instante. Ni uno solo ha escapado del lazo maestro que les armó este experto Jefe. Según asegura un peón de Canto que estuvo entre ellos cuando fue a llevarles reses para comer, son unos cuarenta de pelea, y unos ochenta entre viejos, muchachos y mujeres. El 18 los conducía Don Bernabé por campo limpio hacia la tropa que fue de Araucho, con dirección a Arerunguá. Sírvase dar de mi parte la enhorabuena a nuestro amigo el Señor Presidente para quien debe ser esta noticia muy satisfactoria, porque la existencia de ellos era un volcán contra su crédito y persona. Eran estos charrúas un campo de asilo para los malvados, ladrones, y asesinos y enemigos personales de su Excelencia.
Eran en fino una fuerza que, según rumores, se pensaba hacer servir para derribar las autoridades constituidas. Ya se les ha acabado a los enemigos de la actual administración la cantinela de los charrúas. Veremos cual otra inventan, porque quietos no han de estar”. He recibido una resolución de usted para que por esta caja se paguen los sueldos de las tripulaciones del Pilebot y demás buques menores que cruzan el Uruguay ¿y de dónde saco Gabriel de mis [¿?] fondos bastantes para pagar estos sueldos? No he podido concluir de pagar las órdenes que me dieron a favor de los que suministraron al ejército expedicionario.
El mes pasado tuve 55 pesos de déficit. Hace cuatro días o seis tuve que entregar al Coronel Blanes 200 pesos de orden del Señor Laguna y tuve para despacharlo que pedir 100 prestados. Se me ordena franquee al [¿?] Señor Laguna todos los fondos que pueda necesitar.
Tengo que suministrar los vicios [se utilizaba la palabra “vicios” no en el sentido actual sino referido a tabaco y yerba] de tabaco y yerba a las tropas destinadas contra los charrúas- tengo que pagar resguardo y demás empleados de esta oficina- mantener y pagar la falúa guarda costa que sirva mis órdenes en esta aguas- tengo por fin que cumplir los compromisos que he contraído para llevar a su conclusión el edificio para resguardo y receptoría y pagar pasajes de dependientes con otras mil [¿?].
El día menos pensado doy de quilla y mis acreedores porque solo me fían bajo mi responsabilidad, no será extraño que para cobrarse me vendan el rancho y quintita. De usted pues sus órdenes para que todos los que tengan fondos del Estado los entreguen en esta caja y subalterna del Salto- para que la policía entregue el [¿?] de pasaportes y que los encargados de la venta de papel sellado y patentes entreguen sus productos en esta oficina y en la de Salto;
Según me ha informado el oficial (Basán?) el Pailebot es el barco más pobrón que navega por esta agua; y no sirve por consiguiente para este objeto para que es destinado. Dice [B¿?] que fue vendido por Zufriategui en buen precio cuando no vale 800; si es así debe publicarse esta ocurrencia en el “Campo de Asilo” [diario de la época].
El servicio del Pailebot por ser tan pobrón [¿?] es inútil y se podría suprimir; los otros buques menores hacen mejor este servicio en estas aguas.
Me han dicho que Don Solano, visto el producido de la receptoría publicada en “El Universal”, ha ofrecido dar libres de todo gasto 800 pesos mensuales por la de aquí y la del Salto.
Deben ustedes cerrar los ojos y considerarlo con todo que no sea más el cobro de intereses y extracción arreglado a la ley; pero con buenas fianzas para que el Estado no pierda seguro de que en los primeros meses se fundían; a no ser que tuvieran tiempo bastante y capital para llamar […….] o cobrándolas como frioleras que esto sería lo mismo que [texto borrado] de contrabandos.
Pero de todos modos yo no encuentro descabellado el que se rematara la mitad de los [¿?] de importación y exportación según la ley de [¿?]; excluyéndoles los de eslingaje, guía, [sigue refiriéndose a temas de aduana].
¿Qué me dice usted de venir a Paysandú? Escríbame lo que haya a este respecto; porque es extraño que todos hablan de esta venida y yo tengo que estar a obscuras estando en correspondencia con el Señor Ministro, bien que esta correspondencia es a medias, porque yo escribo y usted no me contesta.
Sírvase participar nuestros afectuosos recuerdos a mi señora Doña Dolorcitos y a toda la familia, recíbalos usted también de Gregoria y de su cordial amigo.

José Catalá (gran interesado en el exterminio de los Charruas quizás para apropiarse de tierras que eran de ellos mas que de nadie no?, y mas aun sabiendo que eran tierras muy cercanas a salsipuedes y al queguay)

Si vienen ustedes esta primavera a Paysandú podría tal vez conseguir a mi señora Doña Dolorcitos que viniese también a dar un paseo por el pintoresco Uruguay a bordo de un buque de comodidades. Esta idea me gusta ¿y a ustedes?”

Esta fechada en Paysandú el 23 de agosto y vibra el entusiasmo desde las primeras líneas: comienza con una proclama: “! Viva la Patria!!Viva el coronel Rivera!
Agregando un dato capital, soslayado por Bernabé  en su parte y confirmado por Gabiano: el ataque fue “por la madrugada”; magnifica el numero de prisioneros llevándolo a ciento veinte y culmina con este parabién; Sírvase dar de mi parte la enhorabuena a nuestro amigo el Señor Presidente para quien debe ser esta noticia muy satisfactoria, porque la existencia de ellos era un volcán contra su crédito y persona. Eran estos charrúas un campo de asilo para los malvados, ladrones, y asesinos y enemigos personales de su Excelencia.
Eran en fino una fuerza que, según rumores, se pensaba hacer servir para derribar las autoridades constituidas. Ya se les ha acabado a los enemigos de la actual administración la cantinela de los charrúas. Veremos cual otra inventan, porque quietos no han de estar”.
Tambien hay en esta carta un pasaje muy intrigante; “seis indios que habían escapado de la refriega los hizo buscar por el Cacique Polidorio (aquí hay un error que luego Bernabé utilizo en su favor el que trajo los indios que escaparon fue el indio Lorenzo Gonzalez no Polidoro) quien los trajo al instante. Ni uno solo ha escapado del lazo maestro que les armó este experto Jefe. Explicaremos esto mas adelante.
A ver tranquilos, despacito y por las piedras.
Un error del maestro puede advertirse en el examen superficial. El propio parte de Bernabé cuantifica, como vimos, treinta y un fugitivos, y hasta los discrimina por categorías.
¿Pero esta falsedad nos habilita, de por si, para descartar la primera parte de su testimonio?
-Una sola mentira afecta la credibilidad total de un testimonio, pero una equivocación parcial no permite deducir la falsedad de todas las demás aseveraciones.
Dos preguntas quedan entonces, pendientes: ¿Cuál fue “el lazo maestro” que tendió Bernabé? ¿Era el cacique Polidoro un traidor?
Lo que oyó Gabiano a Fortunato Silva permite contestar la primera pregunta. Mas que Bernabé, fue el Vaquero Lorenzo González al autor de la celada y quien capturo a los 6  indios de su misma raza que habían escapado, no Polidoro.
Bernabé lo había aceptado, superando apenas dudas y recelos que resultaron transparentes. Lo sabia distanciado de don Frutos, por cierto negocio de cueros, pero tolero su presencia en la milicia de cuarenta hombres que llegaron desde Paysandú, porque era uno de sus principales oficiales y porque, se mostraba muy dispuesto. Se jactaba y nadie se lo podía discutir que era el mejor conocedor de la zona. En una carta del 15 de agosto, Bernabé le dice al general Laguna:
Ayer ha salido el Vaquero Lorenzo, con cuatro hombres, me ha prometido encontrarlos y creo que lo hará. Usted sabe que es alarife para este tipo de correrías”.
No sabia Bernabé que esa misma noche llegaría el Vaquero Lorenzo con noticias y armando antes de desmontar, según contaba Silvaun pamento bárbaro”.

Por lógica primero me basare en documentos que saque del libro de Eduardo Picerno y tratare de alternarlos con los relatos de Gabiano que he venido extrayendo del libro de Tomas de Mattos !Bernabe Bernabe!

DOCUMENTO
El mismo día que Gabiano partió hacia el sur, Bernabé salio al mando de una compañía. Unos baqueanos habían regresado y le informaron que habían avistado una docena de Charruas en el arroyo Cañitas; otros de que un grupito de indios había sido divisado en lo alto del Cerro Pintado.
Bernabé no vacilo y rumbeo hacia Cañas. Al día siguiente, le delataron donde se escondía Venado. (Aquí terminamos de comprobar que Venado no fue emboscado al otro día de Salsipuedes en Cueva del Tigre sino el cacique Brown y Rondo)
Era un lugar escarpado y sucio, que sin ser inexpugnable, causaría muchas bajas a su gente si pretendía atacarlos frontalmente. Resolvió enviar a un tape como emisario ante el Cacique y le instruyo plantearle tres preguntas. Primera, si creía o no que el general Rivera estaba o no borracho cuando echo mano a su pistola; segunda, si había oído el grito del Yuca Luna; tercera, si quería o no paz con el gobierno lo cual permitiera reunirse en Durazno con las mujeres y niños de su tribu, antes que fueran llevados a Montevideo.
El tape tenía orden de hablar pausado y tranquilo, serio y sin sonrisas. Cuando terminase de repetir las preguntas, haría una pausa y expresaría a Venado que si contestaba que no a las 3 preguntas, Bernabé lo exhortaba, en nombre del gobierno y le rogaba, en atención a la amistad que habían tenido, que para evitar nuevas efusiones de sangre, vadease el Uruguay y no pisara mas nuestra Patria y que si, en cambio, respondía que si, debía también expedirse si estaba dispuesto a que el coronel solo y desarmado, lo visitase en su campamento, para negociar de inmediato la paz definitiva y empezar a cicatrizar el terrible malentendido que ambas partes habían padecido.
Bernabé despacho al tape Ignacio diciéndole: vamos a ver cuan sobada tiene esa lengua hoy, Sacristán.
Cuando el tape ya había vadeado el arroyo y comenzaba a hablar con los Charruas, algún gesto vislumbro Bernabé que lo esperanzo y dijo sobre todo a Fortunato Silva ¡Lo preveía! Venado no es Polidoro. No sabe dar por perdido lo perdido.
De pronto llamo al teniente Labandera, la conversación fue breve y no hubo discrepancia hacia la orden.
Desde entonces, habrán transcurrido cuatro minutos hasta que regreso el tape Ignacio.
Todo salio como usted quería, coronel-le dijo-. Venado lo espera. Pero me dijo que le avisara que no confía en usted; que lo va a recibir porque lo necesita para soltar a las mujeres y a los hijos de la tribu. Me dijo que nunca se va a olvidar de que don Frutos estaba mamado y usted no, y que se escondió como un ñandú bajo un quillapí. Y termino diciendo que usted sepa hacer y ordenar como un jefe sabio y prudente, porque al primer movimiento raro que hagamos, a usted lo matan.
Apenas hablo el tape, Fortunato Silva no supo callar:
Coronel piénselo bien…lo van a secuestrar para presionar al presidente. ¡Gran servicio le esta usted por hacer a don Frutos!
Como que me llamo Bernabé eso no va a ocurrir, pero si sucede Labandera sabe lo que hacer, atacar a mansalva; que no quede un indio vivo aunque no se me rescate con vida. Esa fue la respuesta y marcho hacia el campamento de los indios.
Media hora después, regreso Bernabé. Aparentemente su gestión fue exitosa. Les explico con vos transida, que todo había sido un terrible y trágico mal entendido. Don Frutos a pesar de tener el tabaco en mano, interpreto mal el gesto amistoso del indio que, estando a su lado, desenfundo el cuchillo sin que el se lo pidiera y tendió para que picara el naco. Y peor sucedió con la gente que estaba algo lejos, como el Yuca Luna.
Venado consulto a su gente. Todas las propuestas de Bernabé fueron aceptadas, aunque abundaron los gestos y las entonaciones de desconfianza, rencor y resignación. La tribu se sometería a la autoridad del gobierno, entre las dos ramas del Arapey, se le asignase; recibiría de inmediato una carta dirigida a don Frutos, donde luego, ante el compromiso celebrado, se le requería la devolución de todos los viejos, las mujeres y muchachos cautivos; y en prueba de la buena fe entre las partes, Bernabé los acompañaría durante los dos primeros días de marcha, para preservarlos de eventuales ataques de otras compañías, hasta tanto fuesen debidamente avisadas, sino que luego, cuando se despidiera, les entregaría al oficial teniente Labandera, para que sirviera de rehén durante el camino, de guía y de gestor en Durazno, ante don Frutos. Pero para que Venado en nada dude de su amistad, de inmediato quedarían en igualdad numérica ya que despacharía a Silva hacia el sur con los 50 hombres que hacían la diferencia con los indios.
Venado lagrimeo- cuando cerraron el trato y Bernabé se levanto y tendió los brazos, obligándolo a recibirlo en los suyos. Ambas orillas festejaron con vítores. Silva culmino este relato comentándole admirado a Gabiano: ¡El coronel era un genio, reconocido como tal por el propio Lavalle!
Desde ese momento Venado se entrego a la confianza de Bernabé y este a la del Charrua. Durante dos días, indios y blancos cabalgaron juntos, trece y trece, cada uno con sus armas. Interrogado por Bernabé el indio paso las horas contando los hechos de su vida.
Al amanecer del tercer día, Bernabé se acerco a Venado, en compañía del teniente Labandera, le entrego la carta y se despidió. Les explico que esa noche descansarían en la estancia del viejo Bonifacio Benítez, y allí encontrarían charque, yerba y tabaco en cantidad suficiente.

Los indios y Labandera sometieron a una angustiosa espera al viejo Benítez, a Fortunato y a los veinte hombres que este había retenido y encerrado desde la media tarde en el galpón. El viejo Bonifacio había enviado a toda su familia y peones hacia una estancia lindera, sin ocultar su enojo ¡Bernabelito esta abusando de mi!
Los indios llegaron pasada la medianoche. Labandera pidió al capataz que los dejara entrar a la cocina a prepararse algo, porque desde el mediodía no comían.
Al entrar dejo su espada al costado de la puerta, y todos los indios, menos un arquero, lo imitaron y dejaron sus armas en el mismo lugar (afuera de la cocina). Apenas se encendió el fuego en el fogón de la cocina, el teniente quejándose del frío cerró puertas y ventanas: Ahora tenemos que calentarnos por dentro, les dijo y la indiada se refregó las manos cuando vio que comenzaba el reparto de aguardiente y tabaco.
Apenas encendió el cigarro, Labandera frunció un instante el el ceño, y dijo me disculpan un momento. Al salir piso el cigarro- que era la señal indicada por el propio Bernabé y puso rápidamente tranca en la puerta. Su misión estaba cumplida, el resto el trabajo mas sucio, dependía de sus compañeros.
Fortunato y sus hombres rodearon por entero la cocina. Se arrimaron a las aberturas y con las carabinas hicieron una primera descarga. Después repitieron la maniobra con las pistolas. La puerta parecía que se iba a deshacer. Efectuaron una tercera descarga y el clamor que era lo único que escapaba de adentro menguo muy considerablemente. Ya no parecía que la tierra temblaba. Era-dijo Fortunato- como si estuviéramos en la boca del mismo infierno y deberíamos contener a una legión de demonios.
Recargaron las armas y efectuaron sucesivas descargas. A los alaridos de los indios no tardaron en sucederles débiles quejidos. Los soldados forzaron con precaución una hoja de la ventana.
El indio nos gano bien el cuero, no lo vi moverse, porque estaba caído y cubierto por uno o dos cuerpos. Lo que vi fue el bulto de la flecha que venia hacia mí. Como no tuve tiempo de calcular la velocidad, me di por muerto se le quejo Fortunato a Gabiano en la terrible e  interminable madrugada de Yacare Cururú.
Pero no se si porque el indio que tenia encima lo entorpeció o porque ya no tenia fuerzas, la flecha apenas alcanzo la pared, bastante por debajo de la ventana, había cinco flechas incrustadas en la madera.
De inmediato sonaron unos seis disparos pero ya no había peligro porque no disponía de flechas.

Pocas o ninguna escena encontraremos, que nos visualice mejor que esta la encrucijada en que se hallaban los Charruas. Apretados entre muros, apuntados por enemigos impunes, encerrados sin salida, carentes de más recursos que un arco y pocas flechas.
Desde las aberturas, Fortunato vio que dos o tres cuerpos se movían convulsos. Les tuvo lastima, saco su daga y enfilo hacia la puerta para dársela a un soldado de los mas jóvenes, para que “se hiciera las cosas de la guerra”. Los despenaron. El primero de los “ayudados a morir” fue el propio Venado.
Hay que ser civilizados-les decía Bernabé-. Nunca hay que estirar sin razón el sufrimiento de otros. ¿Qué cínico e irónico no? que justo Bernabé diga esto…
 
Documentos sobre la matanza en Mataojo

1831-08-24-Foja 1-T-Carta de Bernabé Rivera a Julián Laguna

“Puntas de Arerunguá 24 de agosto de 1831
Tengo la satisfacción de poner en conocimiento del Señor General que el resultado de la Comisión a que he sido destinado por el superior Gobierno ha sido el que los salvajes tuviesen 15 hombres muertos, 26 prisioneros y 57 personas, entre chinas y muchachos; han escapado 18 hombres, 8 muchachos de 6 a 7 años y 5 chinas.
En las instrucciones que se me pasaron por el Ministerio verá el Señor General que se me ordena el que conduzca a la capital los que llegase a agarrar, y lo haré si el Señor General no ordena lo contrario.
Hoy marcho para la estancia de Don Bonifacio Benítez en el Queguay por ser la que está más inmediata y hallarme sin reses.
El Capitán Don Francisco Ximénez marcha para la guardia de Lunarejo con orden de echar algunas partidas para el Infiernillo, el Capitán Marote sigue por la costa de Arerunguá y Sopas y espera sus órdenes en la estancia de Canto. En el paraje que le digo espero la contestación del Señor General a quien felicito por el triunfo conseguido y le saludo con mi mayor aprecio.
Bernabé Rivera
Señor General Don Julián Laguna”

Pero para demostrar que atrás de toda esta mafia no solo del presidente Rivera y Bernabé, Laguna y otros estaba la presión constante de terratenientes que se apoderaron de tierras que no le pertenecían y en este documento que quiero compartir, un tal Francisco Esteban Benítez sigue con la estrategia de culpar a los Charruas después de tantas matanzas que han sufrido, de robar caballos cuando sabemos que tales caballos son tanto de el como de los Charruas, no tenían dueño alguno desde que los españoles o portugueses los introdujeron en nuestra campaña, pero se utiliza esto para culparlos y condenarlos por robo de algo que era mas de ellos que de nadie, por eso lamentablemente tenían que huir a pie.
1832-01-30-T-Carta de Francisco Esteban Benítez a Bernabé Rivera (véase que el apellido Rivera se escribía de otras formas, tales como “Ribero, tal como figura este apellido en el mapa  que ofrecemos de los terrenos de Salsipuedes, realizado en 1834).
Señor Don Bernabé Ribero
Costa de Sopas Enero 30-1832
Muy señor mío: habiéndome usted encargado y siendo mi deber que diese a usted parte de lo que ocurriese tocante a daños diré a usted que los indios charrúas siguen haciendo graves daños pues todo el vecindario está quejoso de los perjuicios que sufren de estos salvajes, a mi también me ha tocado parte pues me han robado porción de caballos, es lo que tengo que decir a usted quedando a las órdenes de usted este su servidor que besa su mano.
Francisco Esteban Benítez
NOTA: Según esta nota con fecha 30 enero 1832, aún se encontraría un grupo de charrúas dentro del territorio, de los que seguía persiguiendo Bernabé Rivera hasta su total extinción.
Otra posibilidad es que hubiera un error en la carta de Benítez y quienes le robaron caballos no fueran los Charrúas
En la revisión que hemos realizado en el A.G.N. no hemos encontrado alguna nota similar a esta. Llama la atención porque Bernabé Rivera dice en su carta de fecha  3 de febrero 1832     que envía “las adjuntas”, dando a entender que son varias notas similares, las que no hemos encontrado.

1832-02-03-T-Carta de B. Rivera al Minis Sec de Guerra S.Vázquez  adjuntándole notas que manifiestan que los charrúas continúan sus robos comprometiéndose a neutralizar completamente los restos de los infieles. (Sobre las notas que adjunta solo ubicamos una firmada por Francisco Benítez, de Sopas)

“Excelentísimo Señor.
Por lo que pueda convenir, elevo al superior conocimiento las adjuntas, que manifiestan la pertinacia de los salvajes en sus acostumbrados latrocinios, a pesar de la noticia que a la sazón deben tener de nuestra existencia en estos destinos; y aunque considero como uno de mis primeros objetos la represión de semejantes desórdenes, y que, para mejor propender al cumplimiento de las instrucciones que me rigen, es preciso asegurar el tránsito de estos desiertos persiguiendo a la raza indomable que los infecta; participo a vuestra Excelencia lo ocurrido, en el concepto expresado al principio de la presente comunicación; disponiéndome entretanto a aprovechar la primera ocasión de neutralizar completamente el resto de aquellos obstinados infieles.
Dios guarde a vuestra Excelencia muchos años.
Tacuarembó 3 de febrero de 1832
Bernabé Rivera
Excelentísimo Señor Ministro Secretario de Guerra Don Santiago Vázquez”

 

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