viernes, 21 de abril de 2017

17 de abril de 2017 | Leída 11490 veces

¿Existe Cartagena? (I)

  
 
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Cartagena Fuente: Google Earth

Este viejo articulista, tan bregado en todo tipo de corruptelas y disparates al amparo del pensamiento único, ya no se sorprende por casi nada. Sin embargo, todavía existen cuestiones que consiguen dejarme perplejo: la posible existencia de Cartagena, de la que creo alguna vez haber escuchado algo, allá por mi adolescencia, cuando todavía se estudiaba historia de España, probablemente sea uno de esos grandes interrogantes, como la existencia del alma, o como si habrá vida inteligente en otro planeta.

¿Existirá de verdad Cartagena o será como Terra Australis Ignota, aquel imaginario continente que traía locos a los griegos?

Mi duda viene a cuento prácticamente de todo cuanto sucede en esta decadente España, desde la corrupción hasta el proceso secesionista, pasando por el desempleo, las infraestructuras y hasta de la iglesia.
 
El último escándalo de corrupción que acapara la atención pública y que, según nos cuentan mis compañeros de oficio, afecta de lleno al presidente de la Comunidad de la Región de Murcia y por el que este buen hombre, ¡imputado por siete delitos!, ha tenido que dimitir en ejemplar acto de servicio a la ciudadanía, me lleva, de nuevo, a mi metafísica incertidumbre: ¿Existe Cartagena? No piensen que se me ha ido la pinza. Es que no escucho decir a ningún medio de comunicación que, además de este dirigente pepero de la región de Murcia, las tropelías cometidas afectan de lleno a otro siniestro personaje de la política, Pilar Barreiro, una senadora que creo fue alcaldesa de esa misteriosa ciudad llamada Cartagena.

Y es que toda la atención informativa la atrae un hombre tan poco agraciado física como intelectualmente, Pedro Antonio Sánchez, pero de esta buena moza nadie dice nada y eso que se trata de toda una veterana en esto de la posible corrupción: en sus tiempos de primera dama de la referida Ciudad Fantasma, parecía desenvolverse, con especial destreza, entre recalificaciones urbanísticas y citaciones judiciales. Si la memoria no me falla, la senadora Barreiro fue imputada, allá por el año 2005, por el Caso Novo Carthago, una sospechosa recalificación de terrenos cercanos al Mar Menor que autorizaba la construcción de diez mil viviendas, devastando áreas naturales protegidas y no urbanizables. Como consecuencia de este pelotazo fueron imputados, por delitos de prevaricación y cohecho, varios ex consejeros y ex altos cargos de la Administración Autonómica, entre ellos, Joaquín Bascuñana, delegado del Gobierno de Rajoy en Murcia y Antonio Cerdá, ex Consejero de Agricultura. Bueno, pues fue tal el apoyo que recibió esta presunta corrupta, de la dirección nacional del Partido Popular, que el Pleno del Consejo Fiscal tuvo que pronunciarse en defensa de la fiscalía frente a las presiones que estaba recibiendo desde los despachos de la calle Génova. Para no hacerles muy largo el relato les diré que todo acabó como siempre que existe algún caso judicial del PP en Murcia: las cámaras pillaron al diputado Vicente Martínez Pujalte saliendo, por la noche, de la sede de la Fiscalía General del Estado. El escándalo se solventó afirmando, el diputado Pujalte, que había acudido a saludar a un amigo que trabaja en el gabinete de prensa y que, como él, resultaba padecer de insomnio. Fíjense ustedes si tendrá poder la señora Barreiro que consiguió que el Gobierno cesara al Fiscal General del Estado, Eduardo Torres Dulce y fuera sustituido por Consuelo Madrigal, una fiscal mucho más sumisa. Poco después, Illana Navia-Osorio, en representación del Ministerio Fiscal, solicitaba el sobreseimiento de las actuaciones penales contra Pilar Barreiro y el PP, con todos los honores, la ratifica como candidata a la alcaldía de la enigmática ciudad de Cartagena.

¿Verdad que les suena de algo esto de las amistades entre dirigentes peperos y quienes tienen que administrar justicia sobre los casos de corrupción que les afectan?

Pero volvamos a lo que nos ocupa.
 
Esa incógnita ciudad, Cartagena, de la que prometo preguntar a mi compañero Iker Jiménez sobre su existencia, ha sido la mayor fábrica de corrupción del Partido Popular. Allí nació Eduardo Zaplana (ese que estaba en política para forrarse) y que, antes de marcharse de ministro a Madrid, protagonizó el mayor expolio de toda la historia del Reino de Valencia, que después fue premiado con un puesto ejecutivo en
Telefónica y que ahora tiene la cara dura de escribir una biografía dando lecciones de moral a la peña.

También es oriundo de Cartagena Jesús Sánchez Carrascosa, el periodista más lameculos que jamás haya existido (en una profesión en la que se cuentan por miles los felpudos y los estómagos agradecidos) y a quien su amigo Zaplana colocó, con sueldo millonario, al mando de Canal 9, la televisión autonómica que acabó siendo una ruina para los valencianos. No es cartagenero, pero nació próximo al terreno, Vicente Martínez Pujalte, ese dicharachero dirigente del PP que presionaba a jueces y fiscales mientras era diputado y que nos instruía a la plebe sobre decencia y honradez mientras recibía abonos millonarios en sus cuentas corrientes y se los llevaba crudos por la jeta. Y, para colmo de hijos pródigos de la Ciudad, en el caso de confirmarse su existencia, de allí salió también el excelentísimo señor don Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde, ex presidente del Congreso, ex embajador en Londres y el peor ministro de Defensa de toda la historia de España, sobre cuya conciencia pesarán los sesenta y dos militares muertos por su negligencia e irresponsabilidad.

Por lo visto, al menos en materia de corruptelas, Cartagena debe existir, pese a no salir nunca en los medios de comunicación. Pero no me parece científicamente riguroso confirmar su existencia sólo por la cantidad de golfos y de golfas (como dicen los políticamente correctos), que el terreno haya aportado a la política nacional. Por ello, voy a seguir informándome aunque tenga que acudir a la Nave del Misterio: les prometo, en breve, dos entregas más de esta investigación para salir definitivamente
de dudas. Revisaré entre mis viejos libros, a ver si consigo alguna referencia histórica de la supuesta ciudad, e intentaré llegar físicamente hasta el lugar del enigma, para confirmar o no si Cartagena existe..
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